Comunidad de CL Venezuela

Vacaciones CL Venezuela 2023, un reencuentro muy esperado

Después de 8 años la comunidad de CL Venezuela se une en unas vacaciones nacionales, un momento para hacer memoria del recorrido y de recibir a aquellos que solo habían escuchado de este tipo de experiencia.

Después de años de no poder disfrutar del gesto de las vacaciones de Comunión y Liberación a nivel nacional, debido a la difícil situación económica que atraviesa el país, la comunidad de CL en Venezuela se reunió en la localidad de Bejuma en agosto de 2023.

Este momento trascendental brindó la posibilidad de encontrarse a aquellos que viven en ciudades muy distantes y que desde 2015 no se habían podido reunir en un momento común de vacaciones con toda la familia y también conocer nuevos amigos que no habían tenido la oportunidad de vivir esta experiencia única.

Durante estos días de fraternidad, se tuvo la oportunidad de poder contarnos por qué participar en un gesto como este a pesar de las muchas dificultades que encontramos en el país. Una de las experiencias que escuchamos fue la de Sandra, quien, a pesar de sus dudas, decidió participar en la experiencia de las vacaciones y descubrió un mundo de encuentro y amor.

”No resultó fácil abordarme en el viaje, pues ninguno de la comunidad que frecuento (Humocaro) había podido venir, sin embargo, el espanto pasó y la amabilidad, fragilidad, fortaleza y la hermandad de los otros me hizo sentir bien hallada.”

Otro testimonio inspirador viene de Diego , quien encontró en la comunidad un apoyo incondicional y una verdadera familia en la que se siente valorado y amado.

“A lo largo de estos años, y a medida que crezco, me doy cuenta de lo importante que es y ha sido la compañía de cada uno de ustedes. Todos saben que por diversas razones mi mamá no vive conmigo, pero a pesar de eso, e incluso en aquellos momentos en los que me siento solo y algo perdido, recuerdo que tengo un gran apoyo y que Dios nunca me deja solo porque tengo buenas personas presentes en mi camino.”

Al igual que Diego, Guadalupe de Mérida nos contó de una forma muy clara cómo está siendo para ella la experiencia de la juventud en un país como Venezuela.

“A veces me da miedo pensar y preguntarme ¿será que ya debo rendirme? esto no está funcionando, ahí es cuando te detienes y te das cuenta de que la esperanza se ha ido. Nosotros dos como amigos sinceros (Diego y yo) no hablamos todos los días, pero ambos sabemos que tenemos ese apoyo el uno del otro, a pesar de eso aquí es donde el movimiento florece o es el protagonista por así decirlo, cuando asistimos a escuela en nuestra ciudad casi siempre vamos como oyentes y analíticos. Pertenecer al movimiento para mí, se siente como un abrazo permanente que impulsa al entendimiento y a un propósito realista y amable de lo que vivimos, que hace que la persona se aferre más a la idea de que siempre habrá una salida o una transformación más allá de lo que experimente en el presente, que yo debo ser el cambio.”

Las vacaciones son el momento en donde nos encontramos con aquellos con los que compartimos un camino común, una historia que nos entrelaza. Por eso las vacaciones se vuelven un lugar de encuentro lleno de sorpresas, pero con la seguridad que hay alguien que nos reúne. Así como lo cuenta Sarah de Mérida:

“En esta oportunidad, me propuse no buscar estar siempre al lado de mis compañeros de viaje; por una tradición de mis ancestros, en mi familia, se considera amiga aquella persona que invitas a compartir tu mesa. Por lo tanto, me hice consciente de que Dios elige los que se sientan a mi lado y en cada oportunidad, estuve sola, en una mesa, esperando que Dios Todo en Todos, me eligiera compañía.”

Ni siquiera unas instalaciones poco cómodas pudieron apartar la consciencia de los asistentes del por qué estaban ahí, por lo que dijeron Sí. Es así que Aimara nos contó al llegar a Caracas cómo lo vivió ella:

“Este año, con mucho sacrificio, se logró. Nos volvimos a encontrar para disfrutar nuestras vacaciones comunitarias. Sin embargo, las condiciones fueron muy distintas. Esta vez, el lugar de encuentro fue un campamento en Bejuma, Edo. Carabobo que había estado cerrado durante 3 años y apenas retomaba operaciones, por lo que se encontraba en condiciones bastante precarias. Pero nosotros también habíamos cambiado. En estos días pudimos notar que ya no somos los mismos.

Ni la condición de las camas, ni las comidas, ni el racionamiento de agua nos determinaron. La disposición a estar, disfrutar y valorar el estar juntos de nuevo se sobrepuso a todo lo que podía generar alguna incomodidad.

No es poca cosa reconocer el valor de nuestra compañía.”


Así pues, nuestra comunidad se volvió a ver después de 8 largos años, conscientes de todo el camino que hemos hecho hasta aquí y agradecidos por el encuentro y la encarnación de Él durante este gesto.