El Abrazo Misericordioso
María Delgado se encuentra con la sorpresa de una invitación que vino cargada de una compañía inmensa.Cuando recibí la invitación a la Aral, pensé que no iría por el alto costo que este viaje significaba y debido a mi bajo sueldo que devengo como docente en una escuela primaria en Venezuela. Una semana después la responsable CL me dice: “...vamos a buscar ayuda con la fraternidad para sacarte el pasaporte”, regalo que se dio días después. Viví varios días sorprendida de este gesto, pensando en mis limitaciones: sin dinero, torpe….
Llegó el día de trasladarnos a Caracas. Arribamos a un hogar donde me acogieron con gran atención, con un gran amor que traspasaba todo; una amabilidad tan grande que nos invitó y nos subió hasta la azotea de su edificio y ví parte de Caracas, tan hermosa como un pesebre y yo en medio de tanta hermosura y rodeada de gente tan amable como esta y otras, como las que peinaron a mi amiga, las que nos llevaron al aeropuerto… en mi corazón empezaba a nacer algo más profundo.
Llegamos a Brasil. Dos personas del movimiento nos esperaban. Seguía mi sorpresa, ¡a horas de la madrugada dos personas ya nos esperaban con una gran sonrisa!
Cuando entramos al monumental monasterio, que impresionante, que belleza veían mis ojos y desde allí daba gracias a Dios por ese sí.
Tener a dos de mi fraternidad que cuando llegué a Brasil me comunicaron, una: “oré mucho por ti para que no te afectaran los oídos en el vuelo” y la otra: “no te lo quise decir, pero estaba preocupada por tus oídos”. Como no amarLe, si Él se preocupa por mí hasta en lo más mínimo.
En los días de encuentro de la Aral, conocer personas tan interesantes por el modo cómo llevan su trabajo, su misión, me pareció fascinante y que no te hablan un discurso, es la vida misma.
Conocí a una oncóloga del Perú, Silvia que me miró con mucha ternura. Había una chica que comentaba que no podía tener hijos y Silvia nos narraba cómo era su trabajo ante mujeres con cáncer. Observé que Silvia tiene la gracia de Él para enfrentarse a este drama tan rudo de la vida. Me daba cuenta que esta es la misión: compartir la vida, dar a conocer lo que Él ha hecho en mí. Cada vez que divisaba a esta mujer: cuando dirigía los cantos, mi mirada se centraba en su rostro, lindo, reluciente, cargado de una gran ternura.
Continuaba sintiéndome como Nicodemo: simple, invitada ante un Gran Acontecimiento.
Los testimonios y todo lo que se compartió allí, me llevan a tener una responsabilidad con el cuidado de lo que he encontrado: el carisma de Giussani. Por este carisma he encontrado la fe y estoy en el proceso de profundizarlo aún más para seguir enfrentándome al desafío que vivo en mi vida, pero sobre todo el que estoy viviendo en mi escuela con mis niños y representantes. Me quedo con las palabras de Paccosi: “no tengan miedo”. Todo lo que he vivido me da ánimo para seguir en mi misión, dejándole a Él lo que quiera que se realice, siempre pidiéndole que mis ojos estén atentos para “pillarlo” y así lograr seguir conociéndole, para que ensanche mi razón.
Agradezco a Dios con los que hicieron posible que yo asistiera a la ARAl. Dios les multiplique porque ha sido un regalazo para mi vida.