Hola a todos, me gustaría compartir mi testimonio desde la perspectiva adolescente, no sé si quizás en algunas partes de mi testimonio mi voz sea temblorosa, no solo por lo nerviosa que me pongo al hablar en público sino que mi vida ha estado un poco sensible estos últimos días; como adolescente he tenido que vivir experiencias más como si fuera un adulto, la verdad es algo un poco confuso, porque siento que gracias a todo eso quizás he madurado más rápido de lo que creo, me ha ayudado a aprender y saber cómo enfrentarme a la realidad que esté viviendo, incluso a aceptarla siendo este sentimiento de aceptación algo complicado para mí, ya que la mayoría de veces no escapa la sensación de perder la esperanza o dudar de absolutamente todo lo que tenga que ver con mi futuro o del esfuerzo que hago día a día, pero siempre ha estado sembrado en mi el objetivo principal de enorgullecerme y saber que no lo hago solo para recibir un reconocimiento externo. Esta etapa no me gusta llamarla adolescencia sino "montaña rusa emocional y espiritual", como todos sabemos los adultos tienen la misma perspectiva de un adolescente y la palabra con la que nos definiría sería "rebeldes" y si bueno, tienen algo de razón en llamarnos así, en realidad si lo somos casi la mayoría del tiempo, jaja, pero no se debe olvidar lo pesado que se vuelven los días para algunos de nosotros, sentir frustración o miedo al querer hacer algo, ya que últimamente la sociedad se ha convertido en una energía negativa y detonante para aquella idea repleta de metas y sueños por hacer, suele ser como si alguien fuera una pared con un letrero que dice NO...
A veces me da miedo pensar y preguntarme ¿será que ya debo rendirme? esto no está funcionando, ahí es cuando te detienes y te das cuenta de que la esperanza se ha ido. Nosotros dos como amigos sinceros (Diego y yo) no hablamos todos los días, pero ambos sabemos que tenemos ese apoyo el uno del otro, a pesar de eso aquí es donde el movimiento florece o es el protagonista por así decirlo, cuando asistimos a escuela en nuestra ciudad casi siempre vamos como oyentes y analíticos. Pertenecer al movimiento para mí, se siente como un abrazo permanente que impulsa al entendimiento y a un propósito realista y amable de lo que vivimos, que hace que la persona se aferre más a la idea de que siempre habrá una salida o una transformación más allá de lo que experimente en el presente, que yo debo ser el cambio. Y justamente es esta frase "yo debo ser el cambio" la que más ha marcado en mí el sentido del movimiento.
Aquel día en el que debía entregar un documental sobre una virgen, ese documental lo verían los niños de primaria en mi colegio, recuerdo que mi intención era hacer este video divertido pero que a la vez enseñara a los niños sobre la virgen que me correspondió. Conversando con una amiga le comenté que le había puesto animaciones y dibujos para que a los niños les gustara, a lo que me responde que a ella eso no le importaba porque solo quería una buena nota y ya; me molesté un poco y le dije nuevamente, pero chica, no vale más una nota, por supuesto que queremos salir bien, pero no solo se trata de eso, se trata de pensar en la enseñanza que le dejarás a alguien más, la dedicación que se le da a algo que será para otra persona, eso es lo que importa.
Haber podido estar aquí, me enseña a vivir y disfrutar el ahora, en qué pasará si no me arriesgo a hacer algo solo por tener miedo, o si quizás no tengo el dinero suficiente para hacerlo y solo escucho a mi mamá diciendo, una y otra vez, las ganas y la emoción de querer ir a las vacaciones del movimiento, de acuerdo a la situación del país es bastante agotador porque pensaba "Dios mío anhelo ir a las vacaciones y no, no solo por ser "vacaciones" sino por el propósito y las personas con quien iré a ese lugar, me siento muy muy feliz de conocer a otras personas que tienen el mismo propósito de estar aquí reunidos, de convivir y disfrutar con una familia que sin importar no conocerme demasiado siempre estarán ahí para nosotros física, emocional o mentalmente".