Testimonios del Tocuyo JIA 2023

Testimonio de Fe: Caminando en la Fe Familiar

Deisy comparte su testimonio de fe en medio de la adversidad, mostrando cómo encontró fortaleza y paz al enfrentar la artritis reumatoide y la enfermedad de su esposo, Pedro.
Deisy del Tocuyo

Cuando me diagnosticaron artritis reumatoide a los 28 años, quedé postrada en cama y me preguntaba por qué a mí. Me sentía sin valor y útil, incapaz de cuidar a mi esposo e hijo. Me dejaba llevar por la rabia, tristeza y frustración. A medida que me recuperaba, pasé de usar bastón a silla de ruedas.

Con el tiempo, reflexioné sobre mi realidad y me enfoqué en Cristo a través de la lectura de EdC. Quería vivir con la enfermedad de manera diferente y apoyar a mi esposo.

Cambió todo cuando empecé a ver la vida de esa manera. Ofrecía mis dolores agudos en lugar de quejarme. Aprendí a levantarme sin queja en medio de las crisis, confiando en Dios.

Don Giussani nos enseña que el centro del problema es tener una actitud adecuada y una moralidad en su lugar.

Cuando Pedro enfermó, asumí su situación de manera aceptable para mí. Lo compartí con la comunidad y todos nos movilizamos para llevarlo al médico.

En enero de 2022, Pedro experimentó dolores de cabeza intensos, mareos y náuseas. Sin decírmelo para no preocuparme, el 20 de mayo sufrió un ECV transitorio. Lo llevamos a un internista intensivista, quien realizó exámenes y tomografías. Descubrió un tumor cerebral y ordenó una resonancia con contraste, que confirmó un glioblastoma multiforme grado IV, un cáncer cerebral agresivo sin cura. Un neurocirujano nos instó a operar rápidamente.

Reuní a nuestros hijos y les dije que ayudaríamos a su papá con amor, sin crítica ni juicio. Luego, le contamos la verdad a Pedro. Él respondió que si era la voluntad de Dios dejarnos, estaría con nosotros, y si no, también.

Cuando miré esa realidad con Pedro, sentí fortaleza y paz, una gracia que no creí merecer. La acogí y se convirtió en una nube, como los testigos de Dios.

Vivía asombrada de todo lo que nos sucedía, desde que me levantaba hasta que me acostaba. Me preguntaba cómo podía encontrar alegría y paz en una circunstancia tan difícil. Encontré la respuesta en la fe, a través de un encuentro con Jesús.

Acompañamos a Pedro en familia, recibiendo afecto de todos: familia, vecinos, amigos, compañeros de trabajo y gente que aportó su ayuda. Agradecí a los amigos desconocidos que contribuyeron para la operación de Pedro. Mis amigos de CL nos ayudaron con tareas diarias y cuidados. Mi hijo Jesús Daniel estuvo siempre al cuidado de su padre y de mí.

La situación de salud de Pedro la viví en compañía de amigos de Comunión y Liberación. Estuvieron pendientes de la confesión, la Eucaristía, la alimentación y el tratamiento. Cuando Pedro empeoraba, lo llevaban al médico.

Pedro falleció en paz, con una sonrisa. Le dije que si él estaba bien, yo también estaría. No lloré en ese momento, aunque lo extraño y sé que vendrán las lágrimas. Mi corazón está en paz.

Agradezco a Dios por acompañarme siempre y recordarme que vinimos a amar y ser amados. Viví la vida en pareja, el matrimonio y la partida de Pedro desde el amor.